"Un coronel dijo: 'No pudimos matarlos cuando cayeron, los vamos a volver locos'. Uno de los nueve murió allí, dos enloquecieron, secuelas nos han quedado a todos, encerrados, incomunicados, no veíamos un rostro humano, no vimos el sol, no podíamos leer, no podíamos escribir, nos tenían a media ración, nos tenían 'en la punta del obelisco', nos hicimos insectívoros, no nos daban agua, reciclábamos nuestro propio orín, eso durante once años y medio de los trece que estuvimos en cana. Yo no estoy tan seguro de que hayan sido dos solamente los trastornados (sonríe). Cuando esos compañeros recuperaron la libertad, recuperaron también el juicio. A mí hubo un par de cosas que me sirvieron, igual que al Ñato Fernández Huidobro. Redescubrimos el morse y estuvimos diez años a golpe de nudillos en el muro. La primera vez fue en la Navidad del '73. Me pasó un golpe lento y me di cuenta de que me quería pasar un mensaje. Lo interrumpí para arrancar un trozo de reboque para anotar los golpes. Le di la señal de continuar y me pasó el mensaje, calculando que si yo descifraba la primera palabra, podría descifrar la clave: la primera palabra que nos pasamos fue felicidades".
Mauricio Rosencof.("Memorias del calabozo" fragmento)
A pesar del horror,siempre sacaron el lado bueno de la vida,es admirable.
1 comentario:
LA RUEDA VIVA DE LAS MUERTES
Si justificara alguien un día
el curso caprichoso, frío
de la sangre derramada.
Si al menos esta vertiente aun tibia
de cada corazón en ayunas,
tuviera un asidero en los signos,
el símbolo atávico,
la inescrutable ausencia.
Si todo fuera un devaneo perverso
de víscera.
mutaciones
olvidos.
Si el sueño ignoto de un idiota
pudiera recordarnos mar traviesa,
que sólo arrojaron sacos de huesos
al piélago sordo del infierno.
Sin nos dijeran que sus muertes
tradujeron un absurdo demorado
en cada mirada proyectada
o en el desatino de sentir la vida.
Si un patriota estúpido asegurara
que ya no hacían falta,
que el destino nos condena y el chauvinismo ejecuta.
Si a todo ello le sumáramos
la mansedumbre de las miserias,
el dolor agudo de la injusticia,
el fraude,
la mentira que nos habita.
Si así fuera
cabria entonces madurarnos al suicidio,
aventurarnos al abismo,
reconciliar los ideales con la nada.
Si en definitiva el genocidio
nos muerde todavía las entrañas,
vayamos donde el asesino.
capturemos su vileza,
el terror biológico de sus estadios
y consumemos, éticamente,
nuestro crimen.
Ramón Alberto Cajal
(Este es un poema de mi viejo...a lo mejor te da una idea de lo que sufrió al perder a sus seres queridos en el proceso...milicos de mierda!)
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